El carapálida (fragmento)Luis Chitarroni
El carapálida (fragmento)

"Desde la separación, su vida podría tener un subtítulo en rotuladora (la rotuladora estaba ahí, a mano, una de las pocas cosas que le quedaban): Raciones mínimas. Raciones mínimas de todo: infusiones, minutas, mensajes, misiones, emisiones, municiones, sexo, simulacros, situaciones, excepto cigarrillos. Y alcohol. Si no hubiera sido por esas pequeñas islas –el almuerzo, la siesta, la pitanza nocturna, el sueño–, podía decirse que fumaba sin interrupción. Y que bebía a la par. Sin que se le pasaran las ganas. Todo lo demás era suficiente. Raciones mínimas.
Pese a las desventuras y penurias de la vida civil, Emilio Both no era un reportero gráfico con la ambición y los riesgos que imaginan los guionistas de cine, sino un desocupado permanente que se ganaba unos pesos sacando fotos en casamientos y fiestas de egresados. Salió a la calle cantando bajito una canción. La había oído durante todo el día anterior gracias al estereofónico de la vecina que lo recomendó para sacar las fotos en la escuela. Una canción en inglés que le hacía creer que sabía inglés aunque no supiera tampoco cantar. La fotografía no le había educado el ojo ni la música el oído. Y era perfectamente ignorante en cualquier lengua que no fuera el castellano.
Tenía treinta y seis años, una memoria rutinaria y rencorosa, buena ortografía y mejores modales, pero su distracción –o tal vez sólo su orgullo– pasaba por alto que fueran requisitos. Como un falsificador sin éxito, las había convertido en posesiones, en cosas que sin ser reconocidas lo halagaban igual. A pesar de su pulcritud, vivía a cierta distancia del cuerpo, animado por la costumbre de hacer una oración sobre sí mismo en primera o en tercera persona, hábito de solitario menos infrecuente de lo que él se imaginaba. "



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