La ventana (fragmento)Hilma Contreras
La ventana (fragmento)

"Cuando apagaron las luces, la terraza se puso a flotar en la inmensa pupila azul de la noche. Salían las notas del estudio... Una sonata...
De pronto un filo agudo de luz cortó el aire de mi torre y comencé a oscilar, a punto de romperme, los ojos bebiendo existencia en la ventana iluminada.
Era una ventana abierta de un tajo en el espesor colonial de la pared, hueco híbrido entre ventana y tragaluz invertido, de cuyo derrame exterior resbalaba a chorros la claridad. Allí estaba. Lo esperaba, como se espera lo que no ha de fallar. El torso inverosímilmente desnudo vino a la ventana y dilató los pechos.
-¿Listo?-preguntó una voz varonil desde fuera.
-Sí –contestó-, pero un momento todavía: es mi hora de amar.
Y se volvió. Era su hora, como todas las horas de su vida atormentada. ¡Cómo si un redondel en los cabellos fuera bastante para encasillar una vida, toda una larga vida de hombre velludo!.
De espaldas a la ventana y al destino, extendió los brazos. Pero yo no quería penetrar tanto en su pecado ni en su muerte. Iba a suceder. Íbamos a incendiarnos.
La emoción me retiró los ojos de aquella herida blanca.
Hubo un temblor en el cielo. A pasos lentos comenzaron a descender las estrellas, se alargaron poco a poco en una caída vertiginosa, todas en una lluvia larga, interminable, sobre la tierra.
Cerré los ojos acatando lo inexorable, el cuerpo traspasado de estrellas. Sin mirar sabía que en la ventana colgante en la atmósfera luminosamente callada enrojecía una sotana a la que había llegado su hora.
Un relumbrón me quemó los párpados.
Frente a mí acababa de encender un cigarrillo la más trigueña de las cuatro. Ahora contemplaba el mohín burlón del fósforo ardiendo entre sus dedos.
-Eso es dinero –comentó.
Pero yo lancé una exclamación.
La ventana había desaparecido.
Allí, entre los mangos del solar, permanecía la vieja casa colonial. Pero la pared estaba ciega, sin ventana ni tragaluz ni hueco híbrido.
-Parece que se fue la luz de la calle –apuntó Merilinda-. No se ve un solo foco encendido.
-Es una lástima –lamenté-. Fueron los ojos de lechuza lo que iluminaron la tonsura del Padre.
-Mejor-dijo la del cigarrillo-. Ahora estamos verdaderamente solas. "



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