Lecciones de química (fragmento)Bonnie Garmus
Lecciones de química (fragmento)

"Calvin Evans también trabajaba en el Instituto de Investigación Hastings, pero a diferencia de Elizabeth, que desempeñaba su labor en una sala atestada de gente, él disponía de un espacioso laboratorio de uso propio.
A juzgar por su currículum, tal vez fuera merecedor de ese espacio. Antes de cumplir los diecinueve años Calvin Evans ya había llevado a cabo investigaciones capitales que más tarde contribuirían a que el afamado químico británico Frederick Sanger se hiciera con el Premio Nobel; a los veintidós, descubrió un método más rápido para la síntesis de las holoproteínas; a los veinticuatro, saltó a la portada del Chemistry Today con motivo de sus avances sobre la reactividad del dibenzo selenofeno. Además, había firmado dieciséis publicaciones científicas, intervenido como ponente en diez congresos internacionales y recibido la oferta de una beca de investigación en Harvard. En dos ocasiones. Becas que Calvin rechazó; en parte porque unos años antes Harvard había denegado su solicitud de acceso a esa universidad, y en parte porque... bueno, a decir verdad, ése había sido el único motivo. Calvin era un hombre brillante, pero si tenía un defecto era su natural rencoroso.
Además de esa propensión al rencor, se había granjeado fama de impaciente. Como a tantas personalidades brillantes, a Calvin le desesperaba la ignorancia. También era introvertido, lo que, sin ser un defecto, suele manifestarse en forma de altivez. Con todo y con eso, lo peor era su afición al remo.
Como cualquier persona ajena a ese deporte puede atestiguar, los amantes del remo no son gente divertida; y eso porque su único tema de conversación es el remo. En cuanto se juntan dos o más remeros en una habitación, la charla deriva de los temas habituales, como el trabajo o el tiempo, y da paso a largas y vanas disquisiciones sobre botes, ampollas en las manos, palas, agarres, ergómetros, hojas giradas, tablas de ejercicios, chumaceros, escálamos, toletes, ciabogas, estrepadas, paladas y si el agua estaba realmente «plana» o no. De ahí suele discurrir hacia lo que falló en la última remada; lo que podría fallar en la próxima y quién fue y/o será el culpable. En algún momento los remeros extenderán las palmas de las manos y compararán callosidades. Si tienes muy mala suerte, la perorata podría ir sucedida de varios minutos de reverentes inclinaciones de cabeza mientras alguno de ellos describe aquella remada perfecta en la que todo salió a pedir de boca. "



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