El músico del Gulag (fragmento)Manuel Calderón
El músico del Gulag (fragmento)

"No es extraño que lo primero que te pregunten cuando entras en el Anatómico Forense, siempre que noten que tragas saliva a la vez que cierras los ojos, sea si has estado alguna vez en un lugar como este. Lo normal sería no visitarlo nunca, o más de una vez en la vida, pero de darse el caso de tan amargo suplicio, adquiere una extraña familiaridad.
Quien me lo preguntó lo dijo remarcando su extravagancia –él mismo me lo pareció: sus incontables pulseras rozando el guante de látex y tres o cuatro lágrimas tatuadas en la mejilla izquierda-, el olor profiláctico, el sagrado murmullo de las voces, una sintética decoración que ni el más sofisticado interiorista habría conseguido ese aire de estar de paso, o los detalles que destacan absurdamente en la mesa de un funcionario: un almanaque con unas fechas tachadas con una cruz temblorosa. En esos días se acababa de anunciar que se había detectado una onda gravitacional, apenas el sonido de una nota de piano perdida en la noche eterna del universo, tal y como Einstein lo había anunciado hace cien años, de manera que en la fotografía de ese paraje montañoso del que colgaban las hojas de calendario era fácil ver un escenario de riscos nevados, prados, un río puro y cristalino y el humo de una casa y la cabaña misma flotando milagrosamente dentro de una pompa de jabón a mil trescientos millones de años luz de la Gran Nube de Magallanes. Esa idea me aterrorizaba: era mi miedo infantil al infinito. Estar ahí por pura casualidad. "



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