Maniac (fragmento)Benjamín Labatut
Maniac (fragmento)

"Al igual que su hijo, Paul había sido una criatura débil y enfermiza. Cuando no sangraba por la nariz, sufría un ataque de tos producto de su asma, o jadeaba, mareado por la falta de aire tras escapar de los matones que lo atormentaban y se reían de él en la escuela –¡Oreja de cerdo, oreja de burro, eso come el perro judío!–, fingía alguna otra dolencia, fiebre quizá, o un resfrío, o un dolor de estómago, solo para poder quedarse en casa con su madre, escondido del mundo, arropado en sus brazos, como si de alguna manera, en el fondo de su corazón, el pequeño Paul, el menor de cinco hermanos, hubiese sabido que ella iba a morir antes de que él cumpliera los diez años. Llegó a pensar que todos los sufrimientos y penurias previos a esa gran tragedia habían sido fruto de su premonición, dolores de una pérdida anticipada sobre la cual no podía hablar, ni consigo mismo ni con los demás, por miedo a que, si lo decía en voz alta, si encontraba el coraje para articular su presentimiento en palabras, la muerte de su mamá, ya inevitable, de alguna forma se adelantaría. Así que se mantuvo en silencio, triste y temeroso, cargando un peso que ningún niño debería tener que soportar, una oscura profecía cuya influencia no terminó jamás, porque se extendió más allá de la agonía de su madre, y más allá del fallecimiento de su padre, seis años después que el de ella, marcando el compás de su vida como el lejano tañido de una campana, hasta el día de su muerte, por su propia mano, a los cincuenta y tres años de edad. "


El Poder de la Palabra
epdlp.com