Elegía imprescindible "La sombra de tus manos, cedida por la muerte, prestada a mi corazón, está en esas orquídeas que cada enero respiran en mi casa lo que en ella dejaste: esa herida que ya no tendrá tiempo de cerrarse y diariamente sangra. Ellas, con qué cuidado, recogen mi tristeza en su blancura y acercan a mis ojos la piedra gris, sabedora de lluvias y de fríos, desde donde tu sosiego de estatua me persigue. Tus manos entran en mi amargura por los hilos más frágiles del aire y se deslizan tranquilas, cariciosas, hasta posarse en el vacío, ese foso que siempre me circunda preservando el verdín de los sillares con los que, en días tan lejanos, se edificó la torre que aún resiste. Las líneas nacaradas de tus dedos, emborronadas por la ausencia, denuncian suavemente el atropello que te llevó a la noche y dibujan la soledad que me dejaste, la esculpen en el friso en donde se reúne la hermosa arqueología de todo lo que empecé a perder una mañana del año veintiséis del siglo veinte. " epdlp.com |