Astillas en la piel (fragmento)César Pérez Gellida
Astillas en la piel (fragmento)

"En mi fuero interno no hay debate sobre cómo acabar con él. El estrangulamiento es, sin lugar a dudas, la mejor manera de sentirse partícipe del proceso, pero hacerlo con guantes es como follar con condón. Me los quito frente a él y vuelvo a colocarme a su espalda. Reconozco que decepciona bastante no encontrar oposición alguna al rodearle el cuello con el brazo.
Solo quejidos y lamentos.
—¡Vamos allá! —me animo.
Tan pronto como ejerzo algo de presión, una chispa se prende en la nuca, recorre la médula espinal en sentido descendente y hace que me estallen los cuerpos cavernosos. Rendido ante el ímpetu de mi propia naturaleza, me dejo arrastrar por esa vigorosa corriente que se alimenta de la vitalidad que estoy a punto de arrebatar. Aprieto los dientes y gruño como si quisiera evitar lo inevitable, e inconscientemente incremento la fuerza. Como dos amantes veteranos, alcanzo el cénit al notar cómo su cuerpo se relaja por completo. El orgasmo arrasa con lo poco racional que queda en mí y, en un arrebato atávico, me hago de nuevo con el cuchillo para clavárselo en la espalda a la vez que eyaculo a borbotones dentro de los calzoncillos. Cuando el placer físico desaparece, me inunda una incómoda sensación de abatimiento.
Vaciado por completo, me arrodillo para recuperar el aliento.
Cuando por fin me incorporo y examino mi entorno, me doy cuenta de que el despacho se ha convertido en un matadero. Y eso que me había conjurado para actuar con total pulcritud. Es evidente que cuanto más se empeña uno en ser certero, más se va alejando del acierto.
Hora de irse.
Las prisas nunca convienen, mucho menos ahora. Me aseo como corresponde, me visto y dedico el tiempo que requiere cerciorarme de que todo encaje en la reconstrucción de los hechos que quiero que haga la policía. Solo me quedan dos pinceladas para terminar el cuadro, pero antes de salir invierto unos segundos en almacenar cada detalle en mi memoria.
Cuando por fin abandono el lugar, dejo caer la medalla junto a la alfombrilla de la entrada y desciendo los cuatro pisos por las escaleras con cuidado de no cruzarme con nadie.
Ya en el exterior, mientras camino en busca de una papelera cercana donde arrojar el cuchillo que quiero que encuentren, procuro controlar el flujo de energía que circula a través de mi sistema nervioso. Me cuesta. La intensidad es tan brutal que no puedo evitar estremecerme al entender por fin que el auténtico poder se manifiesta a través del placer. Y el más poderoso de los placeres es ese denso y viscoso que ahora mancha el interior de mis calzones. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com