Juana la bruja (fragmento)José Caicedo Rojas
Juana la bruja (fragmento)

"Una vez cerciorado de la verdad, y roto el velo del encanto ideal que lo tenía fascinado, hubo de desistir por completo de sus proyectos y esperanzas, y suspendió poco a poco las diarias visitas que hacía a la casa. Una joven plebeya -decía allá para sus adentros- recogida por caridad, pobre, hija de una bruja ¡Horror! Yo la amo, pero... las conveniencias sociales ponen una valla entre los dos; la oposición, justa, es verdad, de familia que creería imprimir una mancha en su limpio linaje con tan desigual enlace, y sobre todo la incertidumbre en que estoy todavía de que ella corresponde a mi amor...
Estos pensamientos venían en la lucha del amor con el orgullo, y sin saberlo, dejó el campo a su dichoso rival que, más generoso y despreocupado, iba tal vez a ver coronadas sus esperanzas y asegurada su dicha.
Cuando al cabo de algunos días volvieron a verse a solas los marqueses con don Gonzalo, estos, que no tenían interés directo personal, ni de familia en la elección, manifestaron ingenuamente no hallar objeción alguna que hacer por su parte a la pretensión de Zuláivar, y que lo dejaban a la decisión de Flora, puesto que ella era libre para resolver lo que más le conviniera, y que, según parecía, el de Fonseca había renunciado a la suya.
Al efecto hicieron llamar a Flora, a quien manifestaron lo que acababan de decir a Zuláivar. La joven, encendido el rostro por el rubor y con respiración anhelante por el sobresalto, bajó los ojos y guardó silencio, hasta que aquel se aventuró a dirigirle la palabra y le dijo con acento de extremada dulzura y respeto.
- Flora, vos me juzgáis sin duda delincuente, a vuestros ojos soy un hombre indigno aun de estar delante de vos; pero imploro vuestra indulgencia y aguardo el perdón de mi falta. ¿Vuestro corazón angelical podría negármelo? Quiero dar una reparación solemne de ella y del agravio que sin querer os he inferido. Esa reparación será ofreceros mi mano, y con ella mi corazón, mi nombre, mi posición y mi fortuna; todo lo pongo a vuestros pies en presencia de Dios y de las respetables personas que están presentes. Pero si aún no os dignaréis aceptarlos, no me guardéis rencor, os lo suplico. Hablad, mi suerte está pendiente de vuestros labios. "



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