La rusa (fragmento)Gib Mihaescu
La rusa (fragmento)

"Pero antes de llevarme al cuartel, consideraste adecuado guiarme a la oficina de correos; y allí, sobre el pulimentado escritorio, entre el polvo levantado por la escoba del dependiente, redacté un enorme pedido para una de las librerías más grandes de Bucarest. Sólo pedí libros serios, más bien científicos: historia, filosofía, química, física, matemáticas, las Sagradas Escrituras, el Corán, la Ilíada y un montón de textos en latín y griego, con dos diccionarios enormes, suficiente lectura para todo un bienio y para en el decurso de varios días llegar a cansarme de leer y aprender. Además, no era mi primera decisión de sustituir los libros de Grimaud por libros reales, pero hasta ahora sólo había hecho pequeños intentos.
[...]
Me quedé tan atónito que ni siquiera entendí si había ironía o un poso de compasión. Luego, cuando reproduje la escena, me di cuenta de que se trataba de una mera burla y humillación frente a los subordinados. Nuestros ojos se volvieron hacia Valia, que esperaba orgullosa y desafiante. Podía contemplarla todo lo que quisiera, porque ella no me estaba mirando. Se alejó y sonrió tristemente al coronel. Cuando suspiré, me preguntó de nuevo, como sorprendido, con el mismo deje burlón en su voz, cuya punzada sólo sentí más tarde...
[...]
¿De verdad ha empezado a sentir por mí algo más que la gratificación de un capricho o el placer de utilizarme como una pelota para jugar con la debilidad del alma humana? Es difícil para mí entusiasmarme demasiado con esta novedad, aunque me encantaría. Este sentimiento inesperado es tanto más precioso cuanto que llega muy tarde. Oh, si fuera cierto, comenzaría el asalto final con entusiasmo y terquedad, a través de este pequeño resquicio. Yo vencería. El adversario tiene la desventaja de la costumbre y el hábito de la cruda simplicidad.
Pero no puedo creer, como me gustaría, con todo el entusiasmo derivado de todos los cantos de mi alma, en la puerta que se abre para mí en este preciso instante, por así decirlo, en este enorme reducto, en el que su anterior dueño se hallaba muy arraigado. Con franqueza hubiera preferido disipar todas estas dudas e inquietudes, hubiera querido conservar intactos mis impulsos hacia el dulce sueño quebrado en dos por el glacial río. Sin embargo, esta maravillosa imagen, tejida a base de historia y deseos, comienza a desvanecerse sin mi voluntad. "



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