A pasos ciegos sobre la tierra (fragmento)Leïb Rochman
A pasos ciegos sobre la tierra (fragmento)

"Di órdenes de rechazarlos, recurriendo a la violencia si fuera necesario. Los soldados los agarraron de brazos y piernas. Sus dedos se clavaron en la tierra, aferrándose a ella con uñas y dientes. A menudo, al otro lado, los cazadores los esperaban, sujetando a sus perros mientras estos intentaban soltarse de sus correas.
[…]
Había allí una joven judía con dos niños. Ella también se arrojó al suelo, se agarró, se negó a retroceder. Los soldados la estaban tirando, listos para llevarla de regreso a sus perseguidores. Les rascó las manos, les mordió. Suplicó, se lamentó, maldijo su suerte.
Sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Había sentido su impotencia, su situación desesperada. Se levantó y gritó a los soldados que la dejaran ir: volvería sola. Ya no suplicaría, ya no lucharía. Levantándose en toda su altura, dijo que se iba pero que su sangre y la de sus hijos caería sobre nuestras cabezas, sobre las de nuestros hijos, sobre nuestras esposas y sobre nuestras madres. Ella nos advirtió que nunca nos olvidaría, que incluso en la muerte se aseguraría de que su maldición se hiciera realidad. Los últimos minutos de su vida y la de sus hijos nos acompañarían a lo largo de nuestra existencia. Nunca volveremos a conocer la paz.
[…]
Permanecí inmóvil, clavado en el suelo. Sus maldiciones se derramaron sobre mí. De repente, la abofeteé, la pateé hasta donde podía llegar mi puño, para silenciarla, para detener sus invectivas. ¡Quería agarrarle el cuello, estrangularlo! "



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