El valle de la alegría (fragmento)Stefan Chwin
El valle de la alegría (fragmento)

"Y mientras transcurrían las horas de los días soleados, las dos figuras inmóviles permanecían sobre sus respectivos pedestales descollando por encima de la multitud ambulante, y sólo alguna paloma confundida se posaba ora en la cabeza de la Virgen, ora en la cabeza de Kaspar, como si pertenecieran a unas estatuas de piedra que alguien había erigido allí, en la bulliciosa plaza del Mercado de Múnich, en vez de hacerlo en el parque que se extiende a orillas del río. Al sentir el roce de las alas en el pelo, Kaspar ni siquiera levantaba una ceja, aunque en sus ojos entornados se encendía una lucecita juguetona, una señal de discreta satisfacción por haber conseguido metamorfosearse con tanta maña a golpe de cremas, afeites y polvos en su cuartucho de la Landstrasse que incluso los pájaros habían perdido la capacidad de distinguir lo vivo de lo inanimado y no tenían miedo a posarse en la mano que sostenía la misteriosa carta, como si no se tratara de una mano humana, sino de la mano de una fría figura de mármol.
Al anochecer Kaspar bajaba de su caja, y la Virgen bajaba de su globo envuelto en los anillos de la serpiente bíblica. Recogían sus cosas: él, la caja pintada de plata; ella, el globo terráqueo y el recipiente de agua con el pequeño surtidor, y se iban a paso lento: él, hacia la Landstrasse, ella —según declararían el tendero Marienfeld y el frutero Mehrenhoff-, hacia el edificio amarillo de la Goethestrasse, donde también se alojaba una docena de muchachas vagabundas de la misma calaña, sin blanca, sin suerte en la vida y sin futuro. "



El Poder de la Palabra
epdlp.com