La voz de Dios (fragmento)Marino Moretti
La voz de Dios (fragmento)

"La casa donde la vieja Menghinina había sido fiel sirvienta durante muchos años y luego, durante otros diez años, ama de llaves, no era una casa hermosa. Demasiado amplia para ella, que tenía que quitar el polvo, barrer, cuidar, quitar telas de araña, vigilar y, si era necesario, llamar al albañil de la familia para evitar daños por mal tiempo o hacer reparaciones sin demora, en el caso de que las averías afectaran a los desvanes; espaciosa, sí, pero muy vieja y desvaída y casi oculta en un callejón interno, entre pobres chozas de marineros, de costureras, de gente diminuta que cantaba, gritaba, se insolentaba, reía y lloraba todo el día. Y Menghinina se dio cuenta de que únicamente podía ofrecerle a la joven que debía llegar nada más que su casa, sin promover escándalo alguno, sin preocuparse por los asuntos de los demás. "


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