Lujuria (fragmento)A.E. Coppard
Lujuria (fragmento)

"A las ocho de una hermosa mañana en la aldea de Kezzal Perdy Peter, las cadenas de los caballos tintineaban por el camino, y Alexander Finkle se levantaba de su cama cantando: “Oh, lah, soh doh, soh lah me doh”, sincronizando sus notas con el ruido del yunque de su vecino. Hierve una taza de agua en una estufa de aceite, su brocha de afeitar está, donde siempre está, sobre el alféizar de la ventana, “Soh
¡lah soh do-o-o-oh, soh doh soh la-a-a-ah!”, pero mientras se dirige al baño cesa el clamor del yunque y entonces Finkle también se queda en silencio, porque las inquietantes preocupaciones de su vida comienzan de nuevo a afligirlo.
“Esta cabaña no sirve”, murmura, “y yo tampoco”. La literatura no es buena cuando se vive intensamente. Su escritura no es buena, señor, usted no puede sacarle brillo a la avena. ¿Por qué viniste aquí? Es un ¡Un trabajo inútil y lo sabes! Frotando petulantemente su navaja como si el alma de esa frustrante avena yaciera entre el cuero y la hoja. Continuaba: “Pero no es la cabaña, no soy yo, no es la escritura, es la privación. Debo dejarlo y conseguir un trabajo como mozo de ferrocarril”.
Y de hecho estaba muy empobrecido, la fortaleza que obtenía de sus escritos era escasa; la cabaña tenía muchas imperfecciones, ambas habitaciones eran lúgubres, y para obviar las molestias derivadas de su defectuoso techo siempre dormía abajo. "



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