HaboobMauricio Montiel Figueiras
Haboob

"Se ha avistado una paloma ante la arena que ya viene para cercar
nuevamente el mundo tras un muro inexpugnable.
Lo notifican por la radio, entre el crujido de la estática que preludia una ventisca de ferocidad sin par.
Atención, por favor, jadean mientras la lejanía crepita como hoguera.
Los radares han captado una veloz incandescencia en el primer sector del alba, cuando el sol era apenas una brasa entre los restos humeantes de la noche.
Un blancor inusitado, puntualizan, un relámpago de plumas y huesos minuciosos detonó una esquizofrenia de alarmas discordantes. Ladraron hasta perros muertos, habló en sueños la anciana que perdió la lengua en una riña marital, alistó su arma el soldado de guardia junto al pozo donde abrevan las sombras, se interrumpió unos segundos la transmisión televisiva que mostraba un bombardeo en cámara punzantemente lenta.
Una ráfaga de luz absoluta, añaden, el brillo de un alfanje que cae del cielo para desafiar ejércitos terrestres y se desvanece poco antes de llegar.
Testigos del suceso afirman que no hubo presagio alguno: estaban en su sitio las constelaciones, soplaba el aire cadavérico con que se empieza a gestar otra jornada de batalla. En el árbol del pavor las granadas se mecían de modo imperceptible. Todo discurría con la anormalidad de siempre.
Y de golpe esa blancura, rasguño fulminante en la piel inaugural del día: el reverso exacto de un vampiro que aletea con toda libertad para luego evaporarse como si un cortocircuito se instalara en la atmósfera.
Nadie ha vuelto a tener señal de tal pureza.
Nadie dice a dónde fue la visión inmaculada.
Atención, gimen en la radio, su atención, por favor.
Se busca la paloma que podría ser un principio de orden en medio del caos fincado por el viento.
Se busca el alma que ante la inminente llegada del haboob ha dejado sin autorización el cuerpo que la albergó para errar por cuenta propia en pos de territorios donde el polvo no establezca sus imperios sofocantes. "



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