Leyendas de otoño (fragmento)Jim Harrison
Leyendas de otoño (fragmento)

"La luz del amanecer se ahondó y dio paso al día, y el calor secó y coaguló la sangre que manchaba la cara del hombre, y la sangre perdió en gran parte su fresco olor a cobre. El hombre se moría entre espasmos, más por el calor y la deshidratación que por sus heridas. Un brazo torcido, un pecho que era una inmensa magulladura azul, un pómulo aplastado, con un hematoma que iba saliendo como un sol de púrpura, los testículos hinchados a patadas. Y en la cabeza, una herida que oscurecían la arena y los guijarros y lo arrastraba al sueño casi mortal del coma. Sin embargo, todavía respiraba; el aire caliente silbaba por el hueco de un diente roto y, cuando el silbido subía mucho de tono, los buitres se alborotaban. Un coyote hembra y sus cachorros recién destetados se detuvieron, pero sólo un momento; la madre ordenó a su camada seguir, con la advertencia de que esa bestia tan lamentable suele ser peligrosa. Al pasar cabeceó en dirección a un voluminoso y viejo coyote macho que miraba con intensa curiosidad desde la sombra de un peñasco. Cansado de mirar, el macho se adormeció; incluso dormitando poseía una capacidad de alerta desconocida para nosotros. Tenía la barriga llena de caza, y sólo miraba al moribundo porque era la única cosa interesante con la que se había topado en mucho tiempo. Sin embargo, tan sólo le movía la curiosidad, pues cuando el hombre muriera, el coyote seguiría su camino y lo dejaría a merced de los buitres. "


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