El hombre de mi colina (fragmento)Joseph Cimpaye
El hombre de mi colina (fragmento)

"Dentro de la administración de la época, un monstruo de dos cabezas, donde lo colonial se yuxtaponía a lo feudal al mismo tiempo que lo patrocinaba, el Kirongozi aparecía ante todos como un espantapájaros. Extraoficialmente, era el subjefe, pero la administración dirigida por los blancos no lo reconoció y, por lo tanto, no le pagó. Por consiguiente, quedó bajo la autoridad exclusiva del jefe adjunto, que lo nombró según criterios vagos, pero basándose principalmente en el afán del candidato de ofrecer pequeños y grandes obsequios. Por lo tanto, el Kirongozi siguió siendo esencialmente un cortesano del Subjefe con toda la libertad que esto implica. Pero, además, ejerció en nombre de su señor, el papel de ordenanza-policía-gerente, teniendo esta triple actividad como campo de aplicación una circunscripción muy específica: la subjefatura. Por supuesto, estaba fuera de lugar que el afortunado beneficiario de este subfeudo de tercera categoría reclamara alguna remuneración a su señor supremo. Por el contrario, se recomendó encarecidamente que los Kirongozi mantuvieran, si no intensificaran, el ritmo de las ofrendas para mantener sus funciones. Lo que también quedó implícito fue la libertad dada a Kirongozi para encontrar alguna compensación por la negligencia en materia de remuneración de la que fue víctima por parte de las dos administraciones. Se salió con la suya exprimiendo lo mejor que pudo a los contribuyentes de la subjefatura, una táctica incómoda dada la naturaleza heterogénea de la masa de ciudadanos. A partir de entonces, para conseguir rentabilizar su profesión, Kirongozi tuvo que adoptar una actitud camaleónica, a veces humillante, amable o cobarde, a veces molesta, según los casos. Todas estas facetas componen finalmente el retrato de un personaje monstruoso, unánimemente odiado. "


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