El bloqueo (fragmento)Murilo Rubiao
El bloqueo (fragmento)

"Al tercer día de haber dormido en el pequeño departamento de un edificio recién terminado, oyó los primeros ruidos. Normalmente tenía sueño pesado y aún después de despertarse le tomaba tiempo integrarse al nuevo día, confundiendo pedazos de sueño con fragmentos de la realidad. No dio importancia, de inmediato, a la vibración de los vidrios, atribuyéndola a una pesadilla. La oscuridad del aposento contribuía a fortalecer esa frágil certeza. El barullo era intenso. Venía de los pisos superiores y se parecía a los producidos por las palas de demolición. Encendió la luz y consultó el reloj: las tres. Le pareció raro. Las normas del condominio no permitían un trabajo de esa naturaleza en plena madrugada. Pero la máquina proseguía su impiedosa tarea, los sonidos aumentaban, y crecía la irritación de Gerión contra la compañía inmobiliaria que le garantizara una excelente administración. De repente los ruidos cesaron.
Se durmió nuevamente y soñó que estaba siendo aserrado a la altura del tórax. Se despertó presa del pánico: una poderosa sierra ejercitaba sus dientes en los pisos de arriba, cortando material de gran resistencia, que se pulverizaba al desintegrarse. Oía a intervalos explosiones secas, el movimiento de una nerviosa demoledora, el martillar acompasado de un mazo sobre los postes. ¿Estarían construyendo o destruyendo?
Del temor a la curiosidad, titubeó entre averiguar lo que estaba pasando o juntar los objetos de mayor valor y marcharse antes de la destrucción final. Prefirió correr el riesgo en vez de volver a su casa, que abandonara de prisa, por motivos de orden familiar. Se vistió, a través del oscilante ventanal, miró la calle, la mañana soleada, pensando si aún
vería otras.
Apenas abrió la puerta, le llegó al oído el machacar de varias brocas y poco después estallidos de cabos de acero que se rompían, el ascensor precipitándose a trompicones por el pozo hasta reventar allá abajo con una violencia que hizo temblar al edificio entero.
Retrocedió despavorido, trancándose en el departamento, con el corazón latiéndole desordenadamente - Es el fin, pensó -. Mientras tanto, el silencio casi se recompuso, oyéndose apenas a lo lejos estallidos intermitentes, el lijar irritante de metales y concreto. Por la tarde, la calma volvió al edificio, dándole coraje a Gerión para acercarse a la terraza a averiguar la magnitud de los estragos.
Se encontró a cielo abierto. Cuatro pisos habían desaparecido, como si hubieran sido cortados meticulosamente, limadas las puntas de las vigas, aserrados los maderos, trituradas las lajas. Todo reducido a fino polvo amontonado en los rincones.
No veía rastros de las máquinas. Tal vez ya estuvieran distantes, transferidas a otra construcción, concluyó aliviado.
Descendía tranquilo las escaleras, silbando una melodía de moda, cuando sufrió el impacto de la decepción: toda la gama de ruidos que había escuchado durante el día le llegaba de los pisos inferiores. "



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