Los ojos de una mujer (fragmento) "Nadie podría haber entendido el comportamiento del joven. La familia Boselli vivía en esa colina, con vistas al lago. Como desde hace un número indeterminado de generaciones, la familia Lucini iba allí a pasar sus vacaciones desde hacía más de cuarenta años, es decir, desde el fundador de la Industria Mecánica y Ferroviaria Lucini, no Pietro, que precisamente había nacido en esa zona, había construido la antigua casa que ya no existía, reemplazándola posteriormente con la compra de Villa Rosa, que había dotado de toda la modernidad y comodidades que se podían obtener en el joven reino de Italia y las naciones circundantes. Emma y Nicola habían jugado de niñas en aquellos prados y se habían separado. Cada secreto de la infancia, a veces incluso más allá de lo confesable. Eran como primas y, como era de esperar, nombrando a Carlotta Lucini, el niño la había llamado "tía". Más reciente, sin embargo, fue su relación con Marco Federico Olgiati Drezzo. Se remonta a ocho años antes, cuando el joven marqués, con toda su familia había comenzado a frecuentar en verano esa finca, que hasta entonces había sido abandonada en favor de otros lugares de mucho mayor lujo y elegancia. Perdido, susurraba para siempre. Para entonces Marco ya había cumplido dieciséis años y Emma era sólo un poco mayor. En doce años, los dos niños se habían visto por primera vez desde hacía mucho tiempo. Ellos eran el amor que puede florecer a una edad tan tierna. No hay duda de que los dos jóvenes, sin haberlo admitido nunca, durante cuatro años se amaron. Y con un compromiso igualmente indescriptible, se dedicaron a la tarea de no dejar traslucir nada. Ni un gesto, ni una palabra. Frialdad cortés y firme. Amistad sólida. Sin decir nada, sin revelar nada, ambos sabían perfectamente lo mismo. Un día serían marido y mujer. " epdlp.com |