Maestros de la felicidad (fragmento) "Etty Hillesum no es tan conocida como Anne Frank, quizás porque morir a los veintinueve años parece menos dramático que a los quince, pero lo cierto es que las dos ardieron en los crematorios del sistema de campos de concentración urdido por la Alemania nazi, una constelación de espanto que excede las peores fantasías de Dante. Anne Frank murió en Bergen-Belsen; Etty Hillesum, en Auschwitz. Las dos fueron deportadas desde los Países Bajos. Ambas nos dejaron unos diarios conmovedores que relataban sus penalidades y que evidenciaban la resistencia del espíritu humano a hundirse en la desesperación, el odio y el rencor, incluso cuando el viento de la historia se vuelve particularmente frío y áspero. El diario de Anne Frank vio la luz en 1947. El de Hillesum se demoró hasta 1981. Ninguna de las dos jóvenes pensó en el éxito, la fama, la gloria, todas esas quimeras que flotan en la mente de los escritores mientras trabajan en un manuscrito, dejándose llevar por pasiones pueriles. Hillesum y Frank recurrieron a la escritura para explorar sus almas y afrontar con dignidad y coraje la posibilidad nada remota de una muerte violenta y temprana. Hijas del «pueblo deicida», hostigado, segregado y diezmado durante siglos por la Europa cristiana, escribieron desde el filo del abismo, legándonos una lección de vida. Anne Frank, escondida en la «casa de atrás», un recinto diminuto en el número 263 de la Prinsengrachtse, se negó a convertir su refugio en una «casa de melancolía». No quería pasarse todo el día llorando. Notaba un vacío muy grande oprimiendo a las ocho personas que se habían cobijado en una especie de madriguera habilitada en la antigua empresa de su padre, pero nunca perdió su capacidad de regocijarse con el pequeño campo de visión que podía observar desde su escondrijo: «Esta mañana, cuando estaba asomada a la ventana mirando hacia fuera, mirando en realidad fija y profundamente a Dios y a la naturaleza, me sentí dichosa, únicamente dichosa. " epdlp.com |