La oscura llamada (fragmento)Can Xue
La oscura llamada (fragmento)

"Al despertar, el bueno de Muxi se encontró tumbado en una barcaza de madera a flote sobre un río oscuro. Sus plácidas aguas estaban muy sucias y el cauce era tan ancho que no se alcanzaba a ver las orillas. No había ningún otro barco a la vista. El sol del ocaso descendía allá por los confines de poniente como un botoncito colorado sumiéndose en la inmensa negrura del agua.
Muxi se incorporó para sentarse. Recordó cuánto había deseado que llegara este día, pero la espera había sido tan larga que, en algún momento, había dejado de echarle cuenta. Con todo, allí estaba, por fin. Echó un vistazo a su alrededor. Parecía que el río no tenía corriente y la barcaza permanecía quieta. No había remos a bordo. Por momentos, le daba en la cara una ráfaga de viento como llegada de ninguna parte. Solo en esos instantes, el aire amagaba con mover un tanto la barcaza, pero pronto volvía a detenerse. «Este sitio es un fastidio», pensó Mu Xi para sus adentros. De repente, desde algún lugar que no pudo determinar, le llegó el débil sonido de una voz que lo llamaba: «Muxi… Mu…». Sintió un escalofrío que lo dejó totalmente paralizado, mientras la voz reverberaba sin cesar en sus oídos. El sonido de aquella voz oscura le fue nublando poco a poco la visión y sintió que su cuerpo perdía fuerzas. En un último esfuerzo por aguantar, gritó una sílaba: «Zhuoooooo». Acto seguido, se desplomó como un leño contra la cubierta. Y así, con las esferas de los ojos clavadas en dirección al cielo plomizo, fue adentrándose en los pasajes de su memoria.
Más de diez años atrás, Muxi heredó cierta cantidad de dinero. Se asoció con un amigo y la invirtió en comprar un erial donde cultivarían maíz. Decididos, se pusieron de inmediato manos a la obra. Pero la Naturaleza parecía llevarles la contraria y, durante cuatro años seguidos, el mal tiempo no dejó germinar prácticamente nada. Ante la adversidad, Muxi y su amigo se apoyaban el uno al otro y siguieron adelante con la faena. Por fin, al quinto año, su constancia se vio recompensada con una cosecha abundante. Cuando se disponían a recogerla, el amigo de Muxi se sacó de la manga un método para repartirla: él se quedaría con tres cuartas partes de la cosecha. Por si fuera poco, acusó a Muxi de ser un vago e incluso dio a entender que el dinero con el que compró la parcela lo había conseguido de manera poco honrosa. Todo ocurrió a la velocidad de un rayo. En la disputa, todos los aldeanos se pusieron del lado del amigo. Muxi sabía bien por qué –él estaba solo, no tenía esposa ni familia, y en el campo la gente no mira con buenos ojos a los hombres solos como él. Así las cosas, Muxi no tuvo más remedio que ver cómo su amigo arramblaba con la cosecha entera. «¡No vuelvas a acercarte por aquí! –le espetó a Muxi–. ¡La cosecha es mía, lo mismo que la parcela!». Toda la aldea apoyaba al amigo. Tras encadenar varias noches de insomnio, Muxi acabó matando a su antiguo amigo con una hoz. Fue así como dio comienzo su largo periplo como fugitivo. "



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