El lugar donde escribo (fragmento) Paul Schallück
El lugar donde escribo (fragmento)

"El lugar está en Colonia, a orillas del Rin. Colonia llega a mí con el repique de las campanas y el zumbido de los motores, las bocinas de Hubertus y las cortadoras de césped, el chirrido de los tranvías, los ladridos de los perros y el rugido de las masas cuando el balón entra en el área del estadio cercano. Respiro el aire de Colonia, una mezcla de olores campestres y vapores químicos, gases industriales y aromas florales. Voy a la ciudad donde se habla una lengua extraña y vivaz, enriquecida por el alto alemán medio, de la Roma de los romanos y de los italianos, de Francia, España y Holanda. Mi lugar también depende de la red del dialecto de Colonia, en la que están presentes muchas cosas: la historia y el presente, el granjero y el habitante de la ciudad, la catedral y el lunes de carnaval, el Rin y las chicas.
Colonia es una de las ciudades de la República Federal. Con muchos compartió las ruinas de un Reich milenario y de la Segunda Guerra Mundial; cuántas ha reconstruido bajo las luces de neón.
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Como en otras ciudades: una casa de radiodifusión y un palacio de televisión, una sinagoga reconstruida, edificios de gran altura, aquí y allá todavía cuarteles; Estudiantes de Asia, África, América, Alemania, algunos con caras recortadas. Inconfundible: una ciudad de la República Federal donde se encuentra el lugar donde escribo.
Esta república está en Europa. El helicóptero que va de Bonn a Bruselas se tambalea sobre mi escritorio; Cuando está tranquilo, puedo oír el expreso que va de Estocolmo a París o de Varsovia a Madrid. Los aviones de combate de la OTAN rompen la barrera del sonido, hacen vibrar las ventanas, me lanzan maldiciones y me arrojan al balcón; pero el piloto ve entonces aparecer ante él Aquisgrán y Bélgica u Holanda. La tienda de comestibles de enfrente vende ciruelas polacas y miel yugoslava, vino francés y whisky inglés, mantequilla danesa y naranjas españolas, aceite griego y cítricos de Israel, huevos holandeses y sardinas portuguesas, uvas italianas y chocolate suizo. El lugar donde escribo es en Europa.
Y por la noche a veces las estrellas brillan entre la bruma de la ciudad, el país y el continente. Miro hacia arriba y sé que el lugar donde estoy escribiendo es un punto de un planeta que alguien desconocido ha llamado Tierra. Geógrafos y antropólogos, químicos y biólogos, físicos atómicos y especuladores discuten sobre la edad del planeta y su esperanza de vida. En los cinco millones o mil millones de años, si el cáncer o el infarto, la tuberculosis, el coche, el avión o el tranvía, o mis ganas de vivir lo permiten, me tocan sesenta, setenta, ochenta años. No es sólo en este punto que el espacio y el tiempo se vuelven idénticos. El lugar donde escribo es en algún lugar de la juventud o vejez del planeta Tierra y del siglo XX de nuestra era y en la República Federal de Alemania y en Colonia a orillas del Rin y en mi apartamento alquilado y en un escritorio que a veces está Todavía en mis sueños se convirtió en un escritorio de pie. "



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