Carta Abierta (fragmento)Bernard Maris
Carta Abierta (fragmento)

"Esperaba que los mercados (otra vez la «ley de la oferta y la demanda» o la «mano invisible») condujeran, guiaran hacia el equilibrio. La armonía social. La paz civil de Montesquieu.
Sin embargo, incluso si existe un equilibrio, ¿quién nos asegura, en primer lugar, que será el único? ¿Qué lleva a pensar que, apenas se alcance, la oferta y la demanda conducirán a la armonía colectiva? Walras esperaba que el equilibrio fuera único y estable. Nos dirigíamos hacia él, tranquilos. Tarde o temprano se llegaba a la armonía
social. Sir John Hicks, premio Nobel 1972, se extenuó buscando las funciones que debían conducir «naturalmente» (eh, sí: si el mercado es la «naturaleza», como cree un gran pensador como Alain Minc, es necesario que «naturalmente» se dirija al equilibrio) a un equilibrio, el de la competencia. No tuvo éxito. Otros lo han intentado y se han agotado más rápido que él.
¿Por qué? ¿Por qué los economistas se estaban esforzando en vano para demostrar que la «ley de la oferta y la demanda», la «mano invisible», además alentada según ellos por individuos egoístas e independientes, conducía al equilibrio?
La respuesta es luminosa: porque el mercado no conduce, naturalmente, al equilibrio.
Keynes lo había intuido ya en 1936. Mejor: había descrito, utilizando también la imagen de la Bolsa, un sistema sin equilibrio, un perpetuo movimiento de gente.
Otro economista, Sonnenschein, sacó a sus colegas del callejón sin salida invirtiendo el problema. Llegó a la conclusión de que, contrariamente a lo que se creía, no era posible definir una «ley de la oferta y la demanda» correcta, que condujera a un equilibrio único. Demostró que el equilibrio podía resultar de una ley de la oferta y la demanda por completo aberrante. Advirtió inmediatamente que no era posible deducir comportamientos normales de nuestros «idiotas racionales», deducir condiciones «correctas» acerca de la forma de sus ofertas y demandas, correctas en el sentido de que ellas conducirían, como la razón indica, a un equilibrio. Conclusión: el sistema de Walras no es armonioso ni estable; es totalmente inestable. Totalmente catastrófico. Explosivo o implosivo. Si los equilibrios existen (sí, eso sí que existe, Debreu lo demostró), son imposibles de alcanzar, a no ser que caigamos en ellos. Y si caemos en ellos, nos alejamos de ellos. Si las palabras «mercado» y «ley de la oferta y la demanda» tienen un significado, es el de extrañeza, aberración, desequilibrio, indeterminación, destrucción, desorden, cajón de sastre. Burdel. El mercado es un vasto burdel.
Debreu confirmó los resultados de Sonnenschein. Como ocurre a menudo en la investigación, sus conclusiones aparecieron al mismo tiempo, hacia finales de los años setenta.
Hace décadas que se sabe que el modelo de competencia está en una parálisis total, de la que no saldrá jamás. Ningún economista digno de tal nombre puede pretender que el modelo del equilibrio general no esté definitivamente muerto y enterrado. Sólo una persona dotada de un gran sentido del humor, o un ignorante, puede escribir que «la especulación es estabilizadora», en una nota del Ministerio de Economía y Finanzas francés, producida ad hoc para matar de golpe un proyecto de impuesto sobre los capitales especulativos. Ya nadie se interesa en el problema de Walras. La ley de la oferta y la demanda que conduce al equilibrio, viva la ley, viva la paz civil, hagan el mercado no la guerra, bla-bla-bla, es algo apenas útil para los viejos carcamales del liberalismo.
¿Iremos a escupir sobre la tumba? "



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