Las formas del querer (fragmento) "El día anterior se había reencontrado con Noray en Madrid. Su llamada lo había sacado de la incómoda duermevela matutina que te deja siempre una noche de insomnio, mientras cabeceaba delante del ordenador en la oficina. Hacía unos días que había regresado de su luna de miel con Estrella. Nada más aterrizar en su lejano destino, tras un vuelo larguísimo lleno de parejas acarameladas y algún que otro jubilado despistado, Ismael optó por entregarse a las bondades del todo incluido, en especial las relacionadas con la ingesta masiva de alcohol en las comidas — cócteles de todo tipo, principalmente— y también en las cenas — el mismo vino blanco que el único camarero del resort con el que logró entenderse le recomendó la primera noche—. Era un estado bastante novedoso para él. No el de casado, que también, aunque a ese procuraba no darle demasiada importancia, como quien en la universidad comparte piso con un compañero que no plancha. Ismael se dejaba mecer por la ingrávida sensación de sentirse ebrio e intentaba disfrutarla sin reparar en que habría un día siguiente, y otro, y otro más. Una de las mañanas, la primera de su estancia en aquella isla en la que un par de nubes inquietas pretendían amenazar el reinado del sol radiante bajo el que los muchos extranjeros que allí se alojaban disfrutaban cociéndose, Ismael se despertó sudoroso y excitado. Acababa de soñar con Noray. No era la primera vez que le pasaba mientras Estrella estaba tendida a su lado, pero en esa ocasión algo de aquel ensueño, más bien pesadilla, lo sobresaltó, e Ismael trató de despertar hasta que, con mucho esfuerzo, consiguió despegar los párpados y abrir los ojos. Se levantó de la cama, cogió del minibar una botella de agua fría, con gas, pues parecía que allí desconocían que existía otro tipo, común y corriente, y salió descalzo a la terraza de la habitación. El turismo, del que vivían la isla entera y el resto de las diminutas ínsulas del país, obligaba a que todo estuviera dispuesto para su uso y disfrute bien temprano cada mañana, y aun así había días en los que algún turista llegaba a las instalaciones antes que el personal del hotel. Mientras el viento hacía volar las colchonetas de las hamacas de la piscina, Ismael miró a su mujer con la nostalgia de un tiempo pasado que le costaba visualizar en el futuro. Sabiéndose observada, Estrella simulaba dormir, con los ojos legañosos medio abiertos, tras echarlo en falta en la enorme cama que ocupaba el centro de la suite. Sus padres se habían empeñado en regalarles aquel viaje para que disfrutaran de la luna de miel; a Ismael la idea le horrorizó desde el momento mismo en el que Estrella se la había planteado, pero llevaba un tiempo dejándose llevar, boda incluida, y aquel fasto era la culminación del despropósito en el que había permitido que se convirtiera su vida, hasta que la muerte los separara. " epdlp.com |