Regreso a tu piel (fragmento)Luz Gabás
Regreso a tu piel (fragmento)

"Mientras paseaba con Esteban de regreso a casa, su tristeza no disminuyó. El médico le había dicho que lo que le pasaba era frecuente. Miró a su alrededor y se preguntó cuántas de aquellas personas con las que se cruzaban tendrían ataques de pánico y tomarían medicación para la ansiedad. Si pudiera charlar con alguna de ellas, le preguntaría qué hacer. Quería saber si la gente hablaba de esas cosas con naturalidad; si debía comentarlo con sus familiares y amigos u ocultarlo; si la comprenderían o empezarían a mirarla con cara de pena o compasión.
Un niño de unos tres años chocó contra sus rodillas, cayó sentado y la miró con expresión de aturdimiento, dudando si continuar adelante con sus correrías o echarse a llorar. Entonces, oyó la voz de su madre, frunció los labios y comenzó a hacer pucheros. Su madre lo cogió en brazos y él se agarró con fuerza a su cuello como si hubiera sobrevivido a una gran tragedia.
Brianda pensó en la escena y envidió la mirada en el rostro del niño una vez terminado el llanto. Ojalá tuviera ella siempre un lugar seguro al que regresar al menor atisbo de indefensión; un pilar sobre el que apoyarse al primer síntoma de inestabilidad; un sendero claro que tomar ante la incertidumbre.
Sonriendo, Esteban comentó:
—¿Te has fijado? ¡Seguro que si no hubiera visto a su madre no habría llorado!
Brianda apretó la mano de Esteban con fuerza. Deseó que nada ni nadie pudiera separarlos, que siguieran así, cogidos de la mano, cómplices en lo bueno y en lo malo, durante muchos años. Recordó sus palabras al salir de la consulta. Juntos lo superarían. Él estaría con ella para ayudarla a recuperar la alegría y la vitalidad.
Él era su refugio, su soporte, su ruta. "



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