El nuevo capellán (fragmento)Ernst Kinck
El nuevo capellán (fragmento)

"La granja era una estancia de montaña y se encontraba en el extremo superior del pequeño río, a media milla del fiordo. Rara vez venía alguien; sólo las chicas støils, que, por cierto, hacía mucho tiempo que habían visto un camino por encima del montículo para dejar caer el anzuelo en la granja; la gente allí era tan grosera como para preguntar, por lo que fue difícil salir de ella, cuando por primera vez cerraron la puerta en una esquina de la casa. El nuevo camino se cerró con un travesaño sobre dos postes. No ayudó en aquel día, un generoso foso, ancho y profundo, cruzaba el nuevo camino, pero ¿y si para ir allí corrían por las casas de Vassend?
Aun así, casi siempre había un suéter de lana gris en la puerta, esperando cada noche, cuando las chicas reposaban hombro con hombro; lo habían visto allí la mayor parte de los años que recordaban.
El pueblo Vassend tenía fama de ser más sofisticado que la mayoría de la gente.
Más tarde hubo un domingo en el que no hubo sermón, en el que Jon Vassenden se sentó en un rincón dentro de la gran mesa de madera de abedul y leyó la postilla, mientras Marta, la esposa, permanecía alejada en el borde de la cama y se rascaba la frente. Su padre había pedido a Vetle-Ola, de ocho años, que se sentara en el umbral para ver si alguien subía por la escalera situada en el extremo inferior del agua; en el salón no había ninguna ventana para ese fin, ya sabes.
Lo mejor que Jon leyó fue que emitió un chillido: "¡Oye!" Y entonces entró el hijo gritando: "¡Oye! llega un extraño del malvado Aspehaugjen."
Jon soltó la postilla, saltó hacia delante, derribó a Vetle-Ola, que rodó por el suelo y se tumbó a cuatro patas. "



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