El mago del Kremlin (fragmento) "Mucho tiempo después se dijeron de él las cosas más diversas. Había quien afirmaba que se había retirado a un monasterio del monte Athos para rezar entre piedras y lagartijas, otros juraban haberlo visto en una villa de Sotogrande mezclado con una multitud de modelos cocainómanos. Otros se empeñaban en sostener que habían encontrado su rastro en la pista del aeropuerto de Sarja, en el cuartel general de las milicias del Dombás o entre las ruinas de Mogadiscio. Desde que Vadim Baranov había dimitido de su puesto de consejero del Zar, las historias sobre él, lejos de extinguirse, se habían multiplicado. Es algo que sucede a veces. La mayoría de los poderosos extraen su aura de la posición que ocupan. A partir del momento en que la pierden, es como si los hubieran desenchufado de la corriente. Se desinflan como esos muñecos que hay en la entra da de los parques de atracciones. Nos cruzamos con ellos por la calle y no logramos comprender cómo tipos así pudieron suscitar tantas pasiones. Baranov pertenecía a una raza diferente. Aunque, en realidad, yo no sabría decir a cuál. Las fotos presentaban la imagen de un hombre fuerte, pero no atlético, casi siempre vestido con colores oscuros y ropa más bien demasiado ancha. Tenía un rostro anodino, quizá un poco infantil, de tez pálida, cabello negro, muy lacio, y un peinado de primera comunión. En un vídeo, rodado en el contexto de un encuentro oficial, se lo veía reír, algo muy raro en Rusia, donde una simple sonrisa es considerada como una señal de idiotez. En realidad, daba la impresión de no preocuparse en absoluto de su apariencia, lo que no dejaba de ser algo curioso si tenemos en cuenta que su oficio consistía precisamente en disponer espejos en círculo para transformar una chispa en un encantamiento. " epdlp.com |