Antanas Vaiciulaitis Valentina (fragmento) "Siguiendo los sauces que corrían entre sus pestañas cerradas, Antanas se dejó llevar por esta corriente y vagó por los bosques, por los campos de frambuesas de los días de verano. Entrecerró aún más los ojos, se cruzó de brazos sobre el pecho y sonrió con la comisura de los labios: estaba esperando algo cuando entró, aún no sabía qué sería. Un placer fresco corrió por su sangre. El niño recordó quién se le acercaba: la chica que había visto en el baile antes de la Cuaresma, la desconocida y silenciosa. Muchos pasos fáciles pasaron entonces, ¿y por qué estaba sola?... Permaneció en su juventud, viniendo a él aquí en la hora del trabajo, como si hubiera surgido de las letras de un libro, aquí acompañándolo al atardecer. Casi aterrorizado, intentó recordar cómo era ella, pero no pudo. Pasaron muchos rasgos vistos, pero ninguno se parecía al de ella. ¿Y cómo fue que pudo olvidar? Y pensó en todas las palabras que le había dicho, en todas esas caricias, y todo era para ella, esa chica del vestido rosa, con las manos apretando un pañuelo arrugado contra su pecho, allí en un rincón del salón. Se levantó de aquellas manos y miró el rostro: desilusionado vio algo velado ante él, vio un ser cercano y esquivo, vio a una mujer casi como una idea, arrullándote implacablemente y palpitando en tus venas, pero de pie, lejos y respondiendo a miles de corazones con su aliento: todos los hombres reflexionarán y desearán a aquel que responda. Entendió que era una fuerza universal y buena, pero todo lo que necesitaba ahora era una, esa única chica. Volvió insistentemente a aquel rincón del salón y se repetía a sí mismo: tenía que encontrarla, tenía que verla viva con sus propios ojos. Mordiéndose el labio inferior, oyó la música que había escuchado una vez. Sonido tras sonido se difundió, pareja tras pareja se volvió, y ahora observó que su cabello rubio se inclinaba ligeramente sobre la lana y colgaba de su oreja, y sus ojos azules lo miraban... Aquí estaba ella. Esta chica que espera... está parada allí con una especie de concentración y seriedad infantil. " El Poder de la Palabra epdlp.com