209 rue Saint-Maur, París (fragmento) "Pasé por delante de una escuela primaria de ladrillo rojo. Era la hora de la salida. Las puertas se abrieron, dejando escapar, como de una pajarera, a decenas y decenas de niños de rostros asiáticos, blancos, árabes, negros. Las mochilas brincaban al ritmo de su carrera. Algunos se precipitaron a los brazos de una madre, otros huyeron en grupos de dos o tres cogidos de la mano. Los contemplé un rato y me crucé de acera. Supongo que podría haber pasado por delante de aquel edificio sin prestarle ninguna atención. No me decía demasiado, excepto quizá por la puerta azul. Estaba entreabierta, y la empujé para abrirla. Daba a un zaguán que conducía a un patio cuadrado pavimentado y enmarcado por cuatro fachadas. Un hombre de unos cincuenta años, probablemente el portero, barría en un rincón. Me saludó y siguió a lo suyo. Miré hacia arriba, al pedazo de cielo que acotaban los muros. Una mujer me observaba en silencio desde una ventana del quinto piso. Salí a la calle y retrocedí para admirar la fachada. El portero también salió. Se apoyó en el batiente del portalón y encendió un cigarrillo. Saludaba a los vecinos que pasaban. Me dedicó una mirada ni preocupada ni inquisitiva, sólo curiosa. Volví a atravesar la entrada y, de pronto, me di cuenta de que sería aquél el patio, aquellos cuatro bloques. No podía explicarlo, pero, tras años de búsqueda, aquel día de octubre me sentí preparada para elegir mi sitio, mi tierra prometida. " epdlp.com |