Éxito (fragmento) "La solitaria estación de Manzanita se destacaba, nítida y fea, bajo la intensa luz del sol de febrero. A una milla de distancia, en una hondonada del desierto, se encontraba la ciudad, una triste extensión de edificios de madera, sin patrón alguno salvo por la calle principal, que rápidamente se perdía en ambos extremos en un laberinto de chollas, tunas y el hermoso roseo de un brillo dorado. Hasta donde alcanzaba la vista, el desierto estaba salpicado de vivos colores, pues habían llegado las escasas lluvias y todos los cactus estaban en alegre floración, desde la mancha escarlata de la ocatilla hasta la pálida flor de ensueño de la yuca. En lo alto, el cielo brillaba con una serenidad dura, una cúpula azul esmaltada a través de la cual los fuegos imperecederos parecían magnificados al delinear sombras nítidas sobre la tierra; pero en el sudoeste las nubes se amontonaban y acechaban oscuramente, en busca de una señal de que la tormenta acababa de hacer una tregua. De este a oeste, a lo largo de una cresta que delimitaba el desierto inferior, corría el ferrocarril, una línea tan duramente inflexible como las frías matemáticas de los ingenieros que la habían trazado. Al norte se extendía insondable un bosque de pinos y piñones, que se alzaba, aquí y allá, hasta convertirse en vegetación más alta. Era como si el hombre, con sus intervenciones imperiosas, hubiera establecido esas delgadas paralelas de acero como un límite irrefutable a las invasiones mutuas de bosque y desierto, árboles y cactus. Un sendero único y disperso se abría paso serpenteando hacia el bosque. Uno podría haber supuesto que serpenteaba esperanzado, aunque a ciegas, hacia el noble pico de la montaña que brillaba en un esplendor blanco, místico y maravilloso, a sesenta millas de distancia, pero que parecía, en ese aire resplandeciente, meditar de cerca sobre toda la variada belleza que había debajo. " epdlp.com |