Un hombre (fragmento)Camille Lemonnier
Un hombre (fragmento)

"Llegó el día de la feria.
Los dueños de la taberna se habían abastecido de cervezas. Montones de galletas de jengibre adornaban las ventanas de las tiendas de comestibles. El día anterior los hornos habían estado encendidos durante toda la tarde para cocer las tartas. Delante de las puertas brillaba la acera barrida. Cortinas frescas, sujetas con un lazo de colores, destacaban su blancura contra el negro de las ventanas. En el aire flotaba el ruido de las amas de casa que terminaban de limpiar las habitaciones con barridos de sus escobas. Luego, a las diez, sonaron las campanas de misa mayor. Luego se guardaron los cepillos y los cubos, los brazos rojos se deslizaron dentro de las mangas de las túnicas y comenzó la alegría.
En las puertas de los cabarets, los hombres mostraban sus rostros relajados por la incipiente intoxicación. Estos han estado en progreso desde el final de la misa baja. De sus blusas salía un olor a bebida. Cuando los grupos pasaban por el camino, llamaban a la ventana y los llamaban a brindar con ellos. Poco a poco fueron surgiendo asambleas.
Como hacía mucho calor, nos quedamos en la puerta, parándonos frente a las mesas. Hablamos cara a cara, de frente, con gestos amplios. Se estaban realizando transacciones comerciales. La finura, agudizada por el enebro, enfrentó a los comerciantes de cereales y a los ganaderos, que llegaron por la mañana. Nos estrechamos la mano; las demostraciones de amistad enternecían los ojos; y a medida que aumentó la buena voluntad, disfrutamos de recorridos mutuos.
Los vasos vacíos abarrotaban las mesas cubiertas de espuma en filas desiguales. En ocasiones, un movimiento brusco de algún bebedor hacía que los vasos se movieran, lo que chocaba con un cascabel. Este ruido de copas se mezclaba con el rumor de conversaciones, formando éstas un gran zumbido sordo como la rueda de un molino al alcance y por momentos estallaban estallidos de voces, breves y enojadas. "



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