El campeón (fragmento) "Y era este pueblo el que Gervasio veía alinearse a lo largo de las calles procesionales una hora antes de darse la hora de marchar. Cuando la Virgen salga por la puerta de la iglesia, me uniré a los alumbrantes, pensó Gervasio. Pero no pudo. Quería estar lo más cerca posible de la carroza de la patrona, que naufragaba bajo un diluvio de flores y luces, para decirle, desde lo más escondido del corazón, su poderosa protección en la empresa del día siguiente; pero ni aun a fuerza de enérgicos codazos logró estar a cien metros de ella: una inquebrantable muralla humana lo alejaba cada vez que intentaba acercarse. La procesión se deslizaba lenta, trabajosa, a lo largo de las calles, y a su paso las casas se inundaban de pronto con la policroma iluminación fantástica de las bengalas. Manos femeninas se agitaba de pronto arrojando sobre la carretera puñados de flores, y sobre los alféizares sólo se veían racimos de cabezas humanas que el resplandor rojo, verde y azul pintaba de insólitos colores. Las mujeres caían de rodillas santiguándose, mientras los hombres, levantados, dardeaban con sus miradas curiosas la carroza y a los que detrás de ella iban como alumbrantes. Era el espectáculo que todos los años, a una época fija, rompía la rutina de sus vidas vulgares. " epdlp.com |