El niño del taxi (fragmento)Sylvain Prudhomme
El niño del taxi (fragmento)

"Te he visto hablando con Franz, me había dicho Imma en voz baja y yo sentí en mi costado el calor casi centenario de su cuerpo al que la mitad de nosotros directa o indirectamente debíamos la vida, os he visto bla bla bla, bla bla bla, muy concentrados, no sé yo qué sería eso tan interesante que os contabais, dijo Imma, y yo no había podido sino pensar que lo había oído todo, lo había adivinado todo, me había parecido ver el famoso lago de antaño encerrado entre montañas como un ojo, ver a Malusci y a la alemana abrazados en la orilla, Malusci y la alemana enamorados setenta años antes
había querido responder a Imma sin mentirle, decirle que era verdad, que estaba enterado sí, hemos hablado mucho, me limité a decirle con voz tranquila y, sin añadir nada más, me quedé mirando la mano de Imma posada en mi brazo, una mano de venas azules jaspeada de manchas claras que había visto cientos de veces correr sobre las teclas del piano, esbelta, ágil, rápida, extraordinariamente ligera a pesar de la edad, interpretando a Ravel, a Debussy, a Fauré habíamos llegado los tres al umbral e Imma recibió los piropos habituales, casi centenaria y estás hecha un pimpollo, no sabes la suerte que tienes a tu edad y hay que ver qué energía, a cuántos les gustaría poder decir lo mismo sobre la terraza el cielo estaba despejado, el follaje de los olivos se recortaba en el aire de la tarde deberías abrigarte un poco, mamá, por lo menos ponte este fular, había dicho Julie, e Imma se había dejado envolver el cuello con aquel tejido ligero sin protestar.
Franz había abierto la cancilla que daba a la calle y todos habíamos salido, nos habíamos puesto a caminar por la acera a lo largo de los coches aparcados, habíamos adelantado a la berlina alemana que había traído Franz del país de los automóviles robustos y seguros, toda la familia reunida en torno a Imma, de ahora en adelante condenada a deambular sola entre las paredes de su casa, toda la familia de paseo durante unos minutos en la brisa de la tarde, yendo al paso de la bisabuela, paso lento, aplicado, tenaz, que tenía el mérito de dar tiempo a todo el mundo para charlar, solo los niños corrían delante, desgañitándose cuesta abajo con gritos estridentes que ya nadie pensaba reprimir, la tristeza del funeral diluida, la familia amputada pero a salvo, una vez más superviviente, reparada, alejándose con los últimos rayos del final del día. "



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