Um dia são días (fragmento) "Ella mira atentamente el gran espejo del vestidor que muestra toda su figura. Se adorna con pajitas de ese color, intenta rehacer el sombrero y con amor coloca el ala en forma de gorra sobre su cabeza. La melena dejaba pasar los rayos del sol, dibujando pequeñas manchas luminosas en su cabello y rostro. Incluso las pecas desaparecieron. ¡Qué le preocupaban de las pecas! Éstas también tenían caras de pajitas. Miraba con angustia su rostro, ahora sereno, ridículo en ese interludio. ¿Dónde está la nariz corta que no anunciaba esto y el enjuague bucal sin todavía el camino sinuoso y sensual? ¿Dónde está el aire tímido –perdón si existo– y el pecho retraído “únete a los omoplatos de la niña hasta el fondo, izquierda, derecha, izquierda...” y los párpados bajos y la sonrisa retraída? Así que, en el álbum, en el álbum se quedaron. El álbum que Rodrigo nunca vio. ¡Qué decepción verlo! Con valentía se mira al espejo y se encuentra a sí misma. Las pupilas frías y densas, de un marrón matizado, son las que veía tantas veces cuando consultaba el tocador de su madre y se decía: yo no soy ésta, no soy nada como creen. Entonces algo (una víbora, una serpiente, un animal parecía) que estaba enroscada dentro de él salía y a veces en esos momentos se volvía sensible, palpitante, cerrándose y abriéndose irreprimiblemente. Así que no era capaz de odiar, sino de despreciar. Una mala criatura que actuaba en él en esos momentos, pero al mismo tiempo una facultad, un sentido adivinatorio. Sin ningún elemento, fue el que reveló la ignorancia de los maestros, el idealismo inútil del padre, la estatura de la madre y la anomalía que eran Rui y ella, provenientes de la mezcla de esos dos. En esa época, la palabra “amor” aún no era conocida y, si la hubiera conocido, no la habría asociado con el padre y la madre durmiendo en la misma cama. " epdlp.com |