Le llamé corbata (fragmento) "Han pasado siete semanas desde la última vez que lo vi. En estas siete semanas la hierba ha amarilleado y se ha secado. Las cigarras chirrían en los árboles. La grava cruje bajo mis pies. El parque parece extrañamente desierto en la luz intensa del mediodía. Las ramas cargadas de flores se inclinan cansadas hacia el suelo. Un pañuelo azul pálido en el matorral, el viento inmóvil. El aire es pesado y presiona hacia la tierra. Soy un ser humano comprimido. Me despido de alguien que nunca volverá. Ayer lo supe. No volverá nunca. Por encima de mí se extiende un cielo que –¿para siempre?– lo ha hecho desaparecer en su interior. Todavía no puedo creer que nuestra despedida sea definitiva. En mi imaginación podría aparecer en cualquier momento, tal vez como algún otro, tal vez con un rostro diferente que me dice al mirarme: Estoy aquí. Sonreír a las nubes en dirección al norte. Podría suceder. Por eso estoy aquí sentado. Estoy sentado en nuestro banco. En aquel que, antes de ser nuestro banco, fue mi banco. Vine aquí para convencerme de que la grieta en la pared, aquella finísima rotura que atraviesa las estanterías, cumple su función tanto dentro como fuera. Dos años enteros pasé mirándola fijamente. Dos años enteros en mi habitación, en casa de mis padres. Tras los ojos cerrados dibujaba su línea rota. Estaba en mi cabeza, y desde allí se prolongó hasta llegar a mi corazón y a las arterias. Yo mismo era una raya sin sangre. Mi piel mortalmente pálida por la ausencia de sol. A veces añoraba su contacto. Imaginaba cómo sería salir fuera y comprender, al fin, que hay espacios que nunca se abandonan. " epdlp.com |