Adelheid (fragmento) "Al parecer los alemanes dejaron de trabajar hace tiempo. Se encontraban en el borde opuesto del campo de centeno, una distancia aún mayor, y guardaron silencio. Las monjas con batas azules se apoyaban en sus guadañas, las ancianas campesinas se secaban el sudor con sus bufandas. Todos lo miraban. Parecían estar esperándolo o rezando. Alguien gritó detrás de él. Viktor se giró sin entender por qué la llamada le pertenecía a él. Se limpió los labios apresuradamente. Una mujer llegó corriendo desde el pueblo, agitando los brazos. Dejó la regadera de hojalata junto a la cruz y luego tropezó. Sólo ahora Viktor miró al suelo frente a él. Una mina brillaba entre el centeno y cerca de ella vio otra, ya polvorienta. Dio otro paso y pisó a uno de ellos. Se quedó en completo silencio. Los alemanes, desde el otro extremo del campo, lo miraban sin tensión y sin ningún interés, más con tristeza que con satisfacción, y tampoco se movieron. Tras ellos, las escaleras cargadas y los carros de mano se blanqueaban. -Señor, ¿A dónde va? - Escuchó el grito con más claridad. -Estoy buscando la casa de Heidenmann. -¿Qué dices? —una voz gritó desde el campo. -La casa de Heidenmann.- -Vuelva al camino, aquí hay minas por todas partes.- Retrocedió sobre sus pasos anteriores y en el hueco entre los pasos individuales vio los alambres que sobresalían de una mina medio enterrada, que sin saberlo había pisado antes. " epdlp.com |