La sed del río "I La inquietud sin la respuesta, el río, la costumbre de saber precipitarse y dejarse arrastrar hasta la espuma como quien quiere llegar a su retorno. Un mapa yace enterrado en su sangre. te he visto huir de la multitud para buscarlo. Un cuerpo quiere escribirse solo, en las afueras, para ignorar las sombras que adelgazan. II La sed del río y la inquietud sin cauce. El viento cambia de dirección, sin sur ni norte, se contradicen las veletas. Cerca, todavía, insaciables surtidores de versos, otro poema que apague la penumbra aunque nada pueda detener su médula de lluvia y madriguera. III Alzas los ojos para no ver tu sombra, vuelan pájaros, nubes… y a su lado…su lado oscuro, vuela también su sombra. Los recuerdos acechan como liebres que duermen con los ojos abiertos. IV La sed del río, la sed que arrastra y precipita los nombres cuando vas a decir las voces que te quedan y su espiral confunde tu paraíso intacto. Un mar de trigo se mece en tus venas, injerto de nadador y náufrago, fugaz el cuerpo que nunca vuelve a ser el mismo en ese instante. Para que pueda amanecer en tu frágil memoria el aire frío de este invierno cicatriza los versos, su herida sabe que va a beber al mar, se abisma su azul en el azar del horizonte. V Cada letra retumba, voraz desasosiego, la alarma del corazón suena a granizo huye sin equipaje hacia un viaje en vía muerta. Sin embargo, entre los labios del insomnio aún arde la grama del atardecer, cada puente es una manera de estar juntos y de escribir las huellas que habitamos. La vida es este estanque transparente y tu mano, la mano que la enturbia, solo las nubes saben morir en su remanso sin ruido. VI Entro en la casa de un tiempo que no existe. Ausculto sus rincones, metáforas, cigüeñas, praderas, juncos, ciervos, guarida de las horas. Entro, como el forense entra en sus raíces, En un limbo de postigos, purgatorios. Entro en un fértil refugio, improvisados túneles me esperan. Los tejados de este invierno se me llenan de gárgolas. Entro y no sé salir De este cielo imantado. VII Entro en la casa de un tiempo consumido, entre sus muros crecen tumbas salvajes. Cada destino es un sendero oculto en la maleza, el roce que en la escarcha despierta sus semillas. La belleza narcotiza a la muerte, en la quietud del musgo hormigas en hilera por los caminos de la infancia te escriben las certezas de aquel bosque encantado. VIII Después, piensas, no sabes, la brasa dulce apaga el vacío, entre los brezos, la grana de mañana, el día que no llega, paradoja futura, la ceniza que perdura en las huellas. En cada verso que escribes los paraísos nos deshabitan desde entonces, hay goznes del desierto que acechan en las lindes. Del aire sin voz al aire, del aire sin luz al aire, del aire sin cuerpo al aire, del aire sin raíz al aire. En las horas desnudas arcoíris fecundo al aire. IX La sed del río, el poema de ser contracorriente. El labio atado a su pequeña memoria, entre delta y manantial, su torbellino. Sus voces no dejan de correr por todas las páginas en blanco. X Ahora, cuando cierro los ojos, puedo escuchar sus pasos y el ruido sordo que hacen los árboles al crecer." epdlp.com |