Poema IX, de Cuerpo sin mí "Ocupo un punto que se pierde en la insignificante sucesión de puntos que me forman. Soy lo que se ha ido, lo que se hace instante y se hace piedra, lo que me amamanta y me succiona: un punto más en la fuga del ser, en la demolición del latido. Y veo estas manos que escriben, los dedos que moldean el silencio y lo transforman en silencio humano. Reconozco los ojos que me miran desde el cristal, velados por una niebla ardiente: corren, inmóviles, como si huyeran del cuerpo, o careciesen de él; quieren detenerse, pero gritan y se ennegrecen, y abrevan en ácido, y se consumen en el desorden y la simetría; producen tinta: son tinta, y pugnan por que todas las noches sean una sola noche. Y arde la noche, desde cuyas profundidades observo el caer de los cuerpos, y me sumo a él: glándulas y ataúdes y murmullos que circulan por este deshacerme en el que estoy recluido; afectos diseminados como metralla por un impacto irresistible; gavillas de espectros que corroboran la nada. Ni siquiera conozco mi pasado: es un cuerpo ajeno el que se hospeda en mi cuerpo y concibe el poema; son otras hebras las que componen el ininteligible tapiz del ser, el tabernáculo salobre de la madre, el aire virginal que es membrana del mundo, piel en la que desemboca mi piel, y besos que escuecen, pero silíceos: besos como regatos. El árbol no es: su copa imita el gesto del agua yéndose, y los pájaros que lo coronan sobreviven en la frontera sin líneas de lo fluido. Huye su masa: su movimiento es su quietud; y huyen también mis ojos, que tiemblan con su temblor de suceso limítrofe, con el tumulto efímero de su musculatura. Tampoco existe el banco que veo, ni la injuria de la luz, ni la espadaña próxima, arqueada como un cisne: todo es vislumbre de la muerte, renovada obsesión de la materia por exhalar su polvo y su indiferencia. Lo que está niega el mundo, pero es el mundo, y su presente es memoria: un oasis de átomos, médula apenas médula, entidades amándose, o fugitivas. Veo el aire, y lo que rompe el aire, y a mí viéndolo; y la carne abandona su sede, y el tiempo envejece, y madura el sucinto coágulo que es desaparecer. Mis ojos ven lo que seré: un cadáver, como ya soy, pero exento de lenguaje, privado de esperma y de sol; algo nonato, desechado antes de concebirse; una partícula de este futuro que se ofrece hoy, seminal, con zarpazos de jade y de ceniza. Y en esta percepción me adenso, frío como el pez, mientras percuten, a mi alrededor, los objetos nacientes, o los que dejan de ser." epdlp.com |