El hombre inoportuno (fragmento)Waldo Frank
El hombre inoportuno (fragmento)

"Amenazaba una Navidad de vientos húmedos y ánimos sombríos. El aire era sofocante. El invierno había muerto en una humedad tibia. Los ventisqueros eran un lodazal; y donde antes había cielos despejados, ahora había un sudario opaco y amenazante. Era como si, en su último esfuerzo, el año hubiera perdido fuerza y ​​propósito. Había un matiz de decaimiento espiritual en este giro de la exuberancia del frío a un asedio de riachuelos fangosos, vapores estancados y árboles grises. La brillante tormenta que había arrasado el país era ahora un azote de pantano sobre la tierra. Y a través de la pequeña armonía del follaje goteando, los caminos exuberantes y las casas empapadas llegó una oleada de frío, demasiado leve para sacar a la estación de su languidez, pero lo suficientemente real como para sofocar el calor.
Éste fue el escenario del nacimiento de Quincy.
Desde la calle principal, lejos del aire salado que se cernía sobre ella como el fleco de una cortina, un mísero y sórdido tramo de luces; una carretera llena de baches por el tráfico del verano pasado; una dispersa hilera de tiendas y bares, oscuros y desaliñados por la lluvia: el corazón de Harriet, Long Island. Y luego, una calle estrecha, coronada por grandes robles y cedros que la ocultaban, ajenos a esta majestuosidad indiferente de la naturaleza. Casas preocupadas que se extendían en ella, haciendo notar su presencia con tenues rayos de luz que perturbaban la tranquila penumbra como aliento humano en una mazmorra negra. Más allá, apenas vislumbrada, se alzaba una maraña de nieve azul y roca: un prado. Y justo antes de este final, donde una farola afilada dejó de parpadear contra el vapor y los árboles se detuvieron, la Casa. Losas irregulares como sendero a través de la tierra supurante que en junio sería hierba descuidada. Una fuga de luz naranja de farola a través del porche; otra, tenue desde el piso superior; una sombra robusta de fachada, empujada en la oscuridad más tenue."



El Poder de la Palabra
epdlp.com