Drottningholm (fragmento)Octavia Carlén
Drottningholm (fragmento)

"Como ya se ha dicho, el rey se quedó. La familia vivió mucho tiempo en Drottningholm, donde entonces se sucedían placenteras fiestas de todo tipo. 
Luego llegó otro momento, cuando este hermoso castillo y sus alrededores fue casi entregado al discurso del olvido y la decadencia. Acaeció después de la muerte del rey Gustaf III. Poco a poco las salas del palacio se fueron deteriorando hasta alcanzar el techo y las paredes en las más lamentables condiciones. El señor alado del tiempo sacudió su corroído polvo sobre ella, y su espíritu sediento también fue drenando las orgullosas fuentes del jardín, que Gustaf había cuidado con tanto esmero. Embargaba el alma la tristeza al contemplar la imagen más hermosa de Suecia al albur de la fatalidad. El viento por doquier traspasada los derruidos ventanales y se enseñoreaba triunfante de los funestos vestigios hasta que un día, el monarca Oscar I, que tenía el más cálido interés por las colecciones de arte, memorias históricas y museos de Suecia, poco después de incorporarse al gobierno en 1846, emprendió una gran reparación de la fortaleza, restaurando todas las habitaciones de manera limpia, ordenada y con buen gusto, cubriendo con precioso tafetán techos, cielorrasos y paredes. Las lonas fueron renovadas al modo de la antigua "era gustaviana" y permanecieron inalteradas varias pinturas y otras obras de arte, así como una variedad de muebles preciosos, como mesas con incrustaciones de mosaico. Se dispusieron sillas antiguas de sólida factura y otros enseres que habían estado cerca de desaparecer por completo por voluntad del rey Oscar. Esta reparación no sólo se extendió a los magníficos apartamentos sino también al cortejo y las habitaciones de los sirvientes, hasta llegar a áticos y sótanos."



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