La rebelión de los buenos (fragmento)Roberto Santiago
La rebelión de los buenos (fragmento)

"El sol golpeó la fachada del despacho durante todo el día, el reloj exterior marcaba treinta y nueve grados de temperatura. Dentro no era mucho más baja.
Trinidad, mi sucesora, como solía llamarse a sí misma los escasos días que estaba de buen humor, se levantó y bajó las persianas. Lo suficiente como para poder vernos, o más bien entrevernos. Al hacerlo, asomó por la manga de su blusa el dibujo tatuado de un dragón. Pensé que no era apropiado para unos clientes tan distinguidos. Al instante me dije que en realidad yo, Jeremías Abi, tampoco lo era. Ni aquel despacho, ni ninguno de nosotros. La única certeza es que amaba a Trinidad como se ama a una hermana pequeña o a un alma gemela. Eso incluía sus dragones y demonios.
Los rostros de las seis personas que estábamos allí dentro quedaron salpicados por sombras y motas de luz que cruzaban el despacho desde la ventana. Trinidad volvió a sentarse a mi lado, frente a la desproporcionada mesa de madera de roble que ella misma había comprado en un alarde de ostentación extemporáneo, impropio de su carácter, o tal vez, bien pensado, muy propio de su necesidad de sorprender y sorprenderse, concepto que a veces confundía con sabotearse. Ana María y Jon, los jóvenes cachorros del bufete, estaban sentados al fondo, en unas sillas incómodas, en la penumbra, alejados, tomando notas, presentes pero invisibles."



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