La vida desnuda (fragmento) "Aquel sí que ya no fue mi abuelo nunca más. Mi recuerdo de aquella nueva habitación era aún peor que el que conservaba de su casa. En el hospital compartía el reducido espacio con otro paciente, un hombre con una enfermedad terminal a quien, como a Fermín, le quedaba un resuello de vida. Fueron cuatro o cinco días de internamiento en los que apenas pudieron hacer nada por él. «Se trastornó anoche», dijeron mis padres a la tía Julia. Con ocho años, yo no era capaz de saber a qué se referían exactamente. ¿Qué tipo de trastorno tendría el abuelo? ¿Acaso era posible empeorar más? Yo lo miraba y veía las llagas de las caderas en carne viva, las extremidades retorcidas y la inapreciable masa muscular, fruto de la apisonadora del tiempo que juega en contra. A mi mente inocente e infantil le parecía imposible que hubiera algo peor que aquello. Pero lo hubo. Hay veces en las que, por muy luminoso que se haya despertado el día, en nuestra casa anochece pronto. Aquel iba a ser uno de esos días. Veinticinco años después de ese 15 de septiembre de 1995 recibí una llamada que me transportó en el acto a aquel momento: a la noche en que le quité la vida a mi abuelo." epdlp.com |