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El fondo de la botella (fragmento) "La mesa estaba repleta de botellas de brandy, ginebra y cerveza, y estábamos en la etapa de alto discurso, muy parecidos a los majestuosos demonios en el pozo en llamas. Por un instante, mientras observaba a los jóvenes que me rodeaban, me invadió una ligera sensación de conciencia. Todos, en algún momento, habían tenido visiones: escapar de su entorno; oponerse y superar su contexto; evadir y superar su destino; mediante el trabajo duro y el sacrificio, la educación y la capacidad innata, arrebatando de la mesa del trabajo algunas migajas casuales de la cultura encumbrada. ¡Dios mío, me impactó! ¡Qué tesoro de talento tengo aquí delante! ¿Deben enterrar sus vidas junto con las mías bajo un montón de botellas de Sophiatown? Fue la conciencia lo que me golpeó, digo, porque sabía que muchos de ellos me admiraban, mi estilo de vida, y repetían mi desesperación y sus defensas a mis espaldas. Sabía que se emocionaban cuando decía: "¿Para qué creer en algo, si se puede vivir —vivir, caballeros, a 100 grados Celsius? El problema, caballeros, es que para mí la naturaleza humana apesta; pero ese es todo el material con el que contamos". Decían lo que yo decía. Pero nunca con mi profunda duda, la sospecha insomne y agitada que a menudo me hacía escocer en el calor mismo de mis entusiasmos. Creo que el resto de la sociedad africana nos consideraba una excrecencia. No éramos los africanos tranquilos y dignos que la Iglesia tanto admira (y por los que lucha); no éramos el africano rural puro que tanto admira el Gobierno, pues no mienten, no roban y, sobre todo, no intentan compararse con el hombre blanco. Tampoco éramos tsotsis en el sentido clásico del término, aunque los tsotsis nos consideraban primos. Juro, sin embargo, que ninguno de los caballeros que me trataron en aquella época fue culpable (capturado o no) de asesinato, violación, agresión, robo ni nada parecido. Es cierto que pasábamos noches en comisarías, pero invariablemente era por posesión de licor ilícito o, por ende, por embriaguez. Tampoco éramos "gatos"; ese sofisticado grupo de africanos urbanos que tocan jazz, jazz en directo, y hablan las transmigraciones de la jerga estadounidense." epdlp.com |