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Superstición (fragmento) "Si no fuera por el aburrimiento desmesurado, sería difícil encontrar en nuestro país una persona más feliz que el padre Matchuk. Simplemente no tenía nada que hacer. La parroquia de Voronychy era pequeña, y el trabajo pastoral no requería mucho trabajo. Iván era el cabeza de familia y, con sencillez, no permitía que el sacerdote interfiriera en sus asuntos. Sucedía de forma imperceptible, gradual, de modo que el sacerdote ni siquiera pensaba que pudiera ser de otra manera. El carácter desafortunado de toda ama de casa era el principal culpable de esto. Por supuesto, cada ama de casa tiene algo que se compone de dos partes. Por un lado, la vejez y por otro, la manutención. El sacerdote, sin embargo, era partidario de la segunda parte y enemigo de la primera; le encantaba gastar y no quería trabajar. La esposa del padre Matchuk estaba disgustada porque había notado en la cocina que la casa empeoraba cuando el anciano no terminaba su trabajo. Por eso, reprochó a su marido y luego lo regañó. Pero el anciano tenía la bondad de olvidar rápidamente lo que no le gustaba. Así que no había otra opción para la finca que encargarse ella misma de la ama de llaves. Y como ella no sabía cómo hacerlo, contrató a inquilinos mayores. Cada uno de ellos desarrolló gradualmente una posición independiente y la cedió a su heredero. Esto le ocurrió incluso a Iván, quien, por su incompetencia, se liberó de toda autoridad. El amo lo odiaba, y él odiaba al amo. Se incordiaban mutuamente. Pero ninguno de los dos pensaba en separarse. Separarse del amo habría sido un gran inconveniente para Iván, pues el servicio era fácil y, además del salario, tenía toda clase de migajas; algunas las sacaba durante el día, otras en la oscuridad de la noche, cuando nadie lo veía. Robarle al jornalero del amo no se consideraba una mala acción, porque todo jornalero que entraba al servicio sabía muy bien cuánto había ganado su predecesor con ese oficio. Calculaba esos ingresos para sí mismo de la montaña y luego exigía un pago adicional en efectivo. Estas migajas vestían y alimentaban al jornalero y a toda su familia, y el pago adicional, que se aseguraba de realizar, siempre era posible. Iván tenía una choza, un terreno, una esposa, una vaca y cinco hijos. Las dos hijas mayores ya servían en la ciudad, y los tres menores, dos niños y una niña, se quedaban en casa. Pero el contingente de cinco hijos de Iván nunca disminuyó, pues en cuanto se deshacía de un niño de casa, adoptaba el de otra persona para mantenerlo." epdlp.com |