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Stalinka (fragmento) "A Gorik le era indiferente la muerte de Nikandritch; aunque después de su muerte se habló de él durante mucho tiempo y de diversas maneras, no se dejó llevar. Las malas lenguas susurran poco. A Gorik le divertían un poco esas conversaciones, que tocaban diversos asuntos ocultos y prohibidos en la vida de un joven; le llenaban el alma de una quietud y tristeza, como si estuviera de vacaciones; tenía la mirada nublada; su actitud era casi infantil; su respeto por el viejo y desgastado desgraciado había muerto. Lo atormentaba algo incomprensible, que ni él mismo conocía: las peleas en el patio comenzaban justo a tiempo, porque Nosach, que trabajaba a tiempo parcial en bailes en verano, había puesto un precio de doscientos rublos por el sótano a Lomonosov, y justo en ese momento algo se apoderó de Gorik: durante los días siguientes caminó como si lo hubieran sumergido en el agua. Y entonces la madre también se echaba a llorar por sus malas acciones, como si acabara de salir de un letargo, agobiada por palabras y hechos: se daba palmadas con un trapo húmedo, se sentaba en un rincón, con las piernas hinchadas y moradas, miraba a Sio-Sio con una mirada sin vida, fumaba un cigarrillo, y la vieja Piskurikha rezaba. Tenía una habilidad asombrosa para inventar nuevas oraciones, haciéndolas pasar por oraciones de la iglesia, porque el tiempo lo había borrado todo de su mente, y parecía que la anciana comenzaba a vivir de nuevo. Pero nadie lo sabía, nadie lo entendía, y al fin y al cabo, nadie le hacía caso." epdlp.com |