|
Miedo a vivir (fragmento) "Una profunda depresión, tan inexplicable como la desesperación de un niño, se reflejaba en su dulce rostro juvenil. Se inclinó hacia la silenciosa Paule. Te envidio, Paule. Eres tan fuerte y espléndida. Yo soy tan débil. ¡Si supieras lo débil que soy! No tengo ninguna fuerza. Y con sus hermosos ojos tristes, fijó la mirada en Marcel como si le hablara y le pidiera ayuda. ¿Por qué se compadecía tanto de sí misma? ¿Y por qué se alejaba del señor de Marthenay? «A tu edad», dijo Marcel, «¿cómo puede uno no creer en la felicidad?» En lugar de estas palabras triviales, ansiaba brindarle el consuelo de su propia fuerza. Y Paule, presa en ese momento de la duda y la amargura, seguía callando, asombrada y desdeñosa, al ser envidiada por esta amiga cuya vida había sido salvada tantas veces y que podía decidir su destino a su antojo. El sol se había puesto tras el monte Lépine. Pero ante sus ojos, el cielo vespertino era glorioso bajo un velo dorado cuyo reflejo caía lánguidamente sobre las aguas del lago Bourget. Le Revard y el Mont du Chat, cuyas cumbres aún brillaban a la luz, intentaban desesperadamente atrapar los últimos rayos del día que sus imponentes alturas les habían dado en gracia. Y la llanura se extendía en una bruma azul y rosa, que se extendía sobre todo el horizonte como una cascada de pétalos de flor, borrando toda distinción de forma y espacio." epdlp.com |