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La heredera (fragmento) "En la bóveda de la tumba gustaviana ahora descansaba esta figura, que había sido tan móvil, este cerebro, que había sido tan activo, y ahora yacía bajo esta gélida pared. Las diosas del canto del reino lloraban amargamente por el tiempo eterno. Colgaban sus liras allí porque, en efecto, nunca más tendría sentido repetir sus melodías tan resonantes como las interpretadas por el ingenio de Gu ante la sonrisa de aprobación personal. Los poetas y artistas sonrieron de pie y con la cabeza gacha mirando hacia la calle, porque, en verdad, no podían consolarse por la pérdida de su gran Mecenas, aunque hubiera pasado mucho tiempo, nunca hallarían ánimo para aliviar las heridas de su amor mutuo y volverían a manar sangre fresca, sin que nada estuviera en sus manos, ya que la despiadada Memoria no tenía misericordia con los abandonados. Había llegado la vez de escribir y cantar mediante el uso de palabras métricas y otros clichés. Grandes acontecimientos mundiales y desastres sin precedentes siempre comportaban un movimiento inusual en el Estado y cualquier oscilación estaría sometida a un cierto entumecimiento que aún no había cesado. Holgaba no hablar más de los conspiradores, ahora en el exilio, e incluso el nombre de Amkarstrom ya no salía a la luz. Ya no estaba depositado en cada lengua, después de que se hubieran cansado de maldecir y lo compadecieran como si fuera un mártir. En cambio, los pensamientos de todos se dirigieron hacia el nuevo timón del Estado, cuyo manejo recaería en un rey de catorce años." epdlp.com |