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Los pliegues de la tierra (fragmento) "Yo bajé una vez al Dhobi Ghat. Has de ser bastante ágil: el sendero desciende por el bosque y, si tus pies no están acostumbrados, las agujas de pino que cubren el terreno pueden resultar traicioneras. Tuve que medir cada paso para no perder el equilibrio y rodar cuesta abajo. El bosque se extendía alrededor a lo largo de varios kilómetros: ladera arriba, hacia Aspen Lodge, que quedaba bastante cerca, oculta entre los árboles; por debajo del lavadero, hacia un valle que podías tomar como atajo si ibas al bazar del pueblo. En el corazón de la espesura me sentía como si no existiera nada ni nadie, salvo mi propia respiración jadeante y mis rodillas doloridas. Seguí descendiendo, firme en mi propósito. Cuando llegué a la barrera de matorrales espinosos y rocas resbaladizas cubiertas de musgo, vacilé. Pero al pensar en la subida que me esperaba, pues era el único camino de vuelta, empecé a golpear los arbustos con mi bastón y continué. Cerca del final de la bajada, oí el leve gorgoteo de la corriente. Allí donde el sendero desembocaba en el arroyo había un trecho aplanado de hierba mullida: un claro flanqueado de árboles y con grandes rocas donde sentarse con las piernas colgando sobre los charcos de agua cristalina. El tiempo pasaba mientras yo soñaba despierta, mirando los insectos revolotear sobre la orilla y las hojas que la corriente se llevaba. Como el Dhobi Ghat era tan inaccesible, Charu no se cruzaba con nadie cuando bajaba con sus cabras. Aquí se convirtió en el lugar de sus encuentros, aunque también hubo otros. Enseñó al chico el nombre de sus cabras y le hablaba de sus cinco vacas, especialmente de la del jersey a manchas blancas y negras, a la que llamaba Gouri Joshi, que había sido un tímido ternero de ojos enormes y expresión dulce cuando Charu era pequeña." epdlp.com |