Cristina, de Crónicas contra los bribones "Y es en el oval de la mejilla que camina, hija a mi lado, el esquife más pequeño que tengo, el más dorado de todos, donde está la proa de mi amor. Y en el tan dulce pelo que es, dorado del Botticelli, trigo de Teruel, Jauja o Kiev, y en el pórtico oval gótico por donde brillan ojos ojivados del Van der Goes o del Memling ventanitas son de monasterio oscuro, oscuro, irisados bajo la garúa nacen y mueren, rojos, verdes, azules en pugna con el gris de calamidad de Lima, y el marchito tiempo al fondo, tiempo que lloro, plúmbeo marco como los de Leonardo… En tanto sostengo el remo, el bracito nacarado, el cáñamo japonés, el tallo de la flor de Rhodesia, en el mar desencadenado y en la albúmina excesiva como de tuberculoso de Lima, y en la alegría de su boca, música del Corelli, campanita solar del valle mientras tiembla mi corazón y llegar al puñal no oso, y por fin mi vida es junto con la de la imaginación aunque sólo sean unos segundos -siempre son unos segundos, estos que son la vida de los que no han perdido su libertad ni jamás se la dejarían arrebatar por sobre todas las cosas y pueden predecir la sequía o la cosecha de la gavilla, aunque los pueblos estén de duelo por los gavilanes y los guerrilleros, ah Nacimiento, ah Muerte, volver a partir desarrebujando las velas, aún más remendadas, ah Niñez, ah Juventud, ah Gravidez, ah Vejez del Amor, y los astutos dioses haciéndonos las espaldas y las olas creciendo, siempre creciendo. " epdlp.com |