La Serafina (fragmento)José Mor de Fuentes
La Serafina (fragmento)

"Llegada la hora y puesta en pie para marcharse, la miré muy de intento y a buenas luces, y estuve notando en su cuerpo el talle más suelto y más gallardo, y en su rostro una tez delicada, un semblante apacible, y sobre todo un mirar en extremo expresivo y halagüeño; desde cuyo momento fue toda mi alma para Serafina, y di al olvido el sinnúmero de Cloris que entretenían mi voluntad sin satisfacerla. (...) Vi, en efecto, a Serafina en su balcón, y aunque le daba la luna en los ojos comprendí que me había conocido. Estaba sola, en pie y toda vestida de blanco, cuyo traje, tan apropiado al color de su tez, daba nuevo realce a su gallarda estatura y finísimo talle. No bien había empezado a contemplarla, cuando arrebatándome mi fantasía a los tiempos del paganismo y representándome una de aquellas soñadas deidades que adoró la antigüedad, mis rodillas, movidas de un impulso irresistible, se iban ya doblando maquinalmente; pero en esto oí un ruido que me apeó de mi embeleso, y viendo gentes en el balcón inmediato, tuve que seguir lenta y desconsoladamente mi camino. (...) Si supieras qué extrañezas revuelve a ratos mi espíritu! Ya me contemplo salvando a Serafina de las olas de un río caudaloso, ya sacándola de un incendio por medio de las llamas a peligro de perecer yo en ellas, ya lidiando con algunos desalmados que intentasen insultarla; en fin, mi única ansia, mi delirio dominante se refiere a cautivarle el albedrío por algún rasgo, alguna heroicidad memorable."


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