La araña negra (fragmento) "Ante este suceso, el temor invadió el castillo con doble fuerza; se encerraban y, sin embargo, no se sentían seguros; buscaban armas espirituales pero durante largo tiempo no encontraron a quien hubiera sabido guiarlos y osado hacerlo. Al fin, un fraile de una localidad lejana se dejó atraer con dinero y palabras; llegó al lugar y se propuso salir a la lucha contra el enemigo maligno con agua bendita y dichos sagrados. Pero no se fortalecía con rezos y ayunos sino que desde la mañana temprano comenzaba a banquetear con los caballeros, y no contaba las copas ni se hartaba con el asado de ciervo y oso. Mientras engullía, hablaba mucho de sus hazañas espirituales y los caballeros hacían lo mismo con respecto a las mundanales, y nadie contaba las copas que tomaban y todos se olvidaban de la araña. De pronto, toda la vivacidad se apagó, las manos tuvieron paralizadas la copa o el tenedor, las bocas permanecieron abiertas, los ojos se dirigieron fijamente hacia un solo punto, mientras el señor von Stoffeln vaciaba su copa y narraba una hazaña ejecutada en tierras paganas. Sobre su cabeza estaba sentada la voluminosa araña y hacía girar la miradas de sus ojos saltones sobre la mesa, mas el caballero no la sintió hasta que el ardor empezó a fluir por su cerebro y su sangre; entonces dio un grito horrible y elevó la mano a la cabeza, pero la araña ya no estaba más. Con su horrible celeridad había corrido sobre la cara de todos los caballeros; nadie pudo impedirlo, uno tras otro lanzaron sus gritos, consumidos por el ardor; en tanto, desde la calva del fraile, ella miraba el desastre general. Con la copa que estaba como pegada en su mano, el fraile quiso apagar el fuego que lo quemaba desde la cabeza hasta los tuétanos. Pero la araña se resistió a esa arma y siguió mirando el desastre desde su trono hasta que el último caballero lanzó su último grito y exhaló su último aliento. En el castillo sólo se salvaron unos pocos criados que nunca se habían burlado de los campesinos. Ellos contaron lo horrible que había sido todo. Pero la sensación de que los caballeros habían sido tratados con justicia, no pudo consolar a los paisanos; el horror fue creciendo y se hizo cada vez más tremendo. Hubo quienes trataron de huir. Algunos intentaban abandonar el valle, pero justamente ellos fueron los primeros en ser presa de la araña. Sus cadáveres fueron hallados en el camino. Otros se refugiaban en las cimas de los cerros, pero la araña estaba allí antes de que llegaran, y cuando creían estar a salvo la araña aparecía sentada en su nuca o en su cara. El monstruo se volvió cada vez más malicioso, cada vez más diabólico. Ya no los tomaba de sorpresa, no los quemaba de improviso, proporcionándoles la muerte, sino que surgía en el pasto delante de un individuo o lo miraba fijamente con aire venenoso. Luego el hombre huía tan lejos como lo llevaban sus pies, y cuando se paraba sin aliento, ahí estaba la araña delante de él y lo miraba con su expresión sulfúrica. Si huía de nuevo y tenía que detenerse otra vez, ahí estaba delante de él y cuando ya no podía huir se arrastraba lentamente hacia el hombre y le daba muerte. " epdlp.com |